sábado, 20 de noviembre de 2010

Qué diverso es el mundo



















Sheldon Square, Londres, 15.11.10 - Foto: Javier Broncano

Esto no viene a cuento, pero el lunes pasado, en una zona de oficinas de Londres, vi la vida tan perra que llevan los trabajadores a la hora de comer y me acordé de la escena de los dos abuelos de la entrada anterior, en Los Cañuelos.

Íbamos de paso, pero no pudimos evitar detenernos un buen rato para observar detenidamente las penurias de estas criaturas: comen en un rato, y lo hacen en un local de comida rápida o se compran la comida en un supermercado y van con su bolsita de plástico a la misma oficina. Se fuman el cigarrito en la calle -bien equipada con ceniceros- miran el móvil un momento, y arreando a currar a enormes salas con cientos de ordenadores, como cadenas de montaje del nuevo proletariado.

No voy a caer en la tontuna de decir que los abuelos de Los Cañuelos tienen más calidad de vida que estos tipos, entre otras cosas porque los oficinistas londinenses pueden cobrar a fin de mes ocho o diez veces más que muchos jubilados españoles, y además no se tiran una vida entera eslomándose. Pero no está demás comparar las dos fotos para, al menos, ser conscientes de lo que tenemos aquí y celebrarlo debidamente.

Ah, en desagravio de Londres hay que decir que es más fácil ver un zorro en sus tranquilos barrios de casas con jardín que en la Sierra de Segura. Hay que ver estos bichos, la capacidad de adaptación que tienen. También asombra lo diverso del pajarerío londinense, así como la familiaridad que tienen con las personas, ya que se acercan mucho más que en esta España del "ave que vuela, a la cazuela", donde lo primero que hace un niño cuando ve una paloma en un parque es correrla. Los ingleses tienen una cultura ornitológica que se te cae la baba. A cada uno, lo suyo.

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