miércoles, 25 de enero de 2012

Sintiendo nuestros bosques



Bosque
Ángel González
Recitado por Rosa de Gea

Cruzas por el crepúsculo.
El aire
tienes que separarlo casi con las manos
de tan denso, de tan impenetrable.
Andas. No dejan huellas
tus pies. Cientos de árboles
contienen el aliento sobre tu
cabeza. Un pájaro no sabe
que estás allí, y lanza su silbido
largo al otro lado del paisaje.
El mundo cambia de color: es como el eco
del mundo. Eco distante
que tú estremeces, traspasando
las últimas fronteras de la tarde.



Como todo el mundo sabe, una palabra vale por mil imágenes. Al menos si está dicha por un poeta como Ángel González –a quien, por cierto, tuvimos el privilegio de ver y escuchar, ya en las postrimerías de su vida, en la Iglesia de los Jesuitas de Segura de la Sierra.

Unas palabras bien escritas expresan con exactitud determinada experiencia de su autor, pero además ayudan al lector a recrear la suya propia, haciéndola más rica y más consciente. Por eso he apuntado en un papelito este poema. Para traerlo al corazón cuando uno se embosca en los serenos pinares salgareños de Río Madera, en los mágicos robledales del valle del Guadalquivir, en los sobrios y remotos encinares de Roblehondo o en las misteriosas acebedas de Siles.

En esos, y en tantos otros lugares de nuestras Sierras, sigue siendo posible sentir que tus pies no dejan huellas y que ni siquiera el pájaro sabe que estás allí. En esos momentos, uno es nada porque lo siente todo.

martes, 10 de enero de 2012

Guarrear las fuentes ya no cuesta 600 maravedís





























50. LAS FUENTES DE LOS TERMINOS ESTEN LIMPIAS Y SE GUARDEN DOS BARAS ALREDEDOR
Item ordenamos y mandamos que porque las fuentes estén limpias y sus nacimientos para el beber de las gentes y su servicio y aprovechamiento que ninguna persona abreve puercos ni laben en ellas otras suciedades, sopena de 600 mrs aplicados por tercias partes juez denunciador y concejo que todas dichas fuentes y nacimientos fuera de los pueblos que son conocidos resten limpias para el dicho servicio de los hombres dos baras de medir alrededor dellas so la dicha pena porque ansí conbiene al bien público. 

(Ordenanzas del Común de la Villa de Segura y su Tierra, promulgadas en Orcera en 1580)

Así que 600 maravedís era la receta que prescribían las legendarias Ordenanzas del Común de la Villa de Segura, a finales del siglo XVI, para los que los que guarreasen las fuentes de la Sierra de Segura. La multa no debía ser ninguna tontería teniendo en cuenta que por aquel entonces una docena de huevos en Castilla la Nueva costaba 63 maravedís, y que en aquella época, tan lejana aún de la ganadería industrial, comprar huevos con dinero era un lujo.

Hoy, sin embargo, por unos eurillos de nada compramos coca-colas, latas de atún, botes de cerveza y cartuchos con plomo. Incluso en medio de la crisis más temible, en conjunto somos una sociedad de una riqueza que en el siglo XVI era inimaginable. Y entre que estamos forrados y que no necesitamos las fuentes para nada, nos permitimos mancillar lo que debería ser un bien cultural público respetado con auténtica veneración. Y además sin temor a que te pillen y tengas que pagar un pastón, como ocurría en 1580. En algunos asuntos no hemos progresado demasiado.

La foto está hecha en un abrevadero en el monte de Peñalta (Orcera), no lejos de donde hoy está la plaza de toros de Orcera y antaño estuvo el Monasterio franciscano de Santa María de la Peña, que es el lugar en el que las Ordenanzas fueron firmadas con solemnidad por los procuradores de las villas y lugares que entonces formaban parte el Común. Más cerca aún, en la mismísima fuente que hay en ese lugar, aún llamada Fuente del Convento, se lavan coches con total tranquilidad.

A mí lo que más pena me da no es ya la total falta de sensibilidad de los contaminadores, sino que su conducta no es más que una de tantas consecuencias de esa falta de aprecio y de respeto por lo público -por todo lo público- que sigue aún tan arraigada.

Hoy en día estas cosas no se arreglan a base de maravedís, pero hace falta mucha educación ambiental, incluso mucha educación a secas. Seguro que lo conseguimos. Otros lo han hecho.

Foto: Javier Broncano

miércoles, 4 de enero de 2012

Enero en la Sierra de Segura




























Huellas de ardilla en la nieve
Foto: http://www.adventuresofclayball.com

"Con el invierno recién estrenado, enero es tiempo de aires fríos y limpios, de poca luz y mucha agua, de silencio en el bosque y movimiento en el olivar, donde continúa la recogida de la aceituna.

La nieve pone en apuros a  muchos animales a la hora de buscarse el alimento. Pero también protege de las heladas, gracias al aire atrapado en cada copo, a las muchas plantas que quedan bajo su manto y a los animales que hibernan en huras y abrigaños, desde los invertebrados a los tejones, que se permiten un placentero semiletargo gracias a la capa de grasa que han acumulado en otoño. Y a nosotros la nieve nos ofrece el excitante descubrimiento de las huellas de la fauna, adivinando, o tan solo imaginando, las mil correrías de los animales a través de las calcas que van dejando en la blancura.

Los gélidos aguavientos que baten los calares dejan claro cuáles son los campeones del mundo vegetal en tan duras condiciones: las plantas rastreras y almohadilladas como piornos y enebrinas, además del pino salgareño, más achaparrado en estas alturas. Dirige a veces sabiamente todas sus ramas a favor del viento, y se le llama entonces pino bandera.

Pero la vida vegetal dormita. Muchos árboles aprovechan la abundancia de agua para acumular reservas.  Chopos, arces, olmos, fresnos y avellanos, así como muchos arbustos de hoja caediza, están con las ramas desnudas, pero sus yemas nos recuerdan que no falta tanto para que la vida explote de nuevo. Las semillas, bajo el abrigo de la pinocha y la hojarasca, así como bulbos y tubérculos bajo el suelo, están también a la espera de que llegue su sazón con la templanza, si es que antes no han servido de alimento para los animales del bosque. Cochinillas y lombrices contribuyen previsoramente a ir preparando ese renacimiento de la vida, porque en pleno invierno siguen trabajando la tierra húmeda y haciéndola más fértil.

Los reptiles y anfibios están aletargados, aunque el sapillo pintojo puede estar ya emitiendo su débil canto nupcial junto a los aguazales."

Javier Broncano y Joaquín Gómez