martes, 28 de septiembre de 2010

¿Esto es necesario? ¿Estético? ¿Útil?
































La Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) está ejecutando unos proyectos que denomina “adecuación de sendas peatonales” en dos zonas de la Sierra de Segura: El Campillo-Río Madera y Poyotello-Huelga Utrera. La iniciativa, en principio, es estupenda, porque la recuperaración caminos tradicionales presta un servicio para los que vivimos en la comarca y fomenta el turismo sostenible. Soy amigo casi incondicional de estas cosas.

Ahora bien, la manera en que se están acondicionando numerosos tramos de esos caminos me parece totalmente fuera de lugar. La foto de arriba corresponde al primero de los caminos. En lugar de limitarse a arreglar un viejo carril, se ha construido en medio del mismo un camino artificial de tierra compactada “enmarcado” con madera a los lados, de un metro y medio de anchura. La solución me parece inadecuada porque:

-          Causa un impacto visual muy negativo, porque el color y consistencia de la tierra no se parecen a la del suelo del entorno. Resulta algo totalmente artificioso donde se tiene la sensación de estar “fuera” del bosque, como en un parque de ciudad. Sólo faltan los bancos y las farolas. Este tipo de caminos puede ser bueno para un parque urbano, pero no para un entorno natural. Como mucho, este tipo de alternativa puede ser interesante en algún lugar muy deteriorado y complicado de un sendero, pero de manera muy puntual.

-          Es innecesariamente caro, porque emplea materiales y mano de obra en soluciones prescindibles. Con el mismo presupuesto y la misma generación de empleo se podrían acondicionar más kilómetros de senderos, siempre que se hiciese con mayor sencillez.

-          Es antiecológico, porque emplea gran cantidad de madera sin sentido alguno. En el camino de El Campillo a Río Madera hay 3,5 km de este tipo de camino, es decir, unos 7 km de “barras” de madera en el suelo.


Los caminos deben restaurarse con el criterio de recuperar su tipología, no introduciendo elementos artificiosos de dudosa o nula utilidad.

Para colmo, la señalización que se está colocando no cumple con la normativa vigente en estos casos, recogida en el Manual de Señalización de Uso Público en Espacios Naturales de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía. Esto ya no es cuestión de gustos ni de opiniones, sino que la normativa está para que la cumpla todo el mundo. 

Me pregunto si este proyecto tiene autorización y cómo es posible que estas señales se estén instalando desde hace varios meses sin que la Consejería de Medio Ambiente obligue a la Confederación Hidrográfica del Segura a sustituirlas por otras que cumplan con la norma.

En resumen, una iniciativa excelente pero que debería realizarse con más respeto al entorno, a los futuros usuarios y a la normativa vigente.








Señales que está instalando la CHS






Tipología de la señalética establecida por la Junta de Andalucía en Espacios Naturales Protegidos

martes, 21 de septiembre de 2010

El secuestro de la palabra tradición

Hoy toca comentar lo que ocurre en otra zona rural de España. Estas fotos pertenecen a la última edición de la gran fiesta llamada Toro de la Vega, en el pueblo vallisoletano de Tordesillas.































Más que hablar sobre estas imágenes, lo que hay que hacer es que corran por todo el mundo a través de la Red. Si quieres poner algo de tu parte, haz click sobre cada foto y guárdalas en tu equipo para poder enviarlas a quien quieras.

Un apunte: según Daily Mail Reporter, el toro se llamaba Platanito y fue comprado a la ganadería de la familia Gil (los de Marbella) en su finca de Valdeolivas. Esta empresa recibió el año pasado una subvención de al menos 165.000 € de la Unión Europea en el marco de la Política Agraria Comunitaria (PAC), que apoya el mantenimiento de la ganadería extensiva... aunque los animales se críen para esto. Es decir, que este espectáculo se está financiando con nuestros impuestos.

Más información sobre el último Toro de la Vega en El País

jueves, 16 de septiembre de 2010

Peligroso foco de incendios en la zona de Las Herrerías



















Como se puede ver en estas fotos tomadas hace unos días, una de las fincas privadas de la zona de Las Herrerías -donde nace el Río Madera- almacena en su suelo toneladas de material altamente combustible. Son los restos de una corta que se realizó hace aproximadamente siete u ocho años. En su momento se incumplió la normativa que obliga a que estos restos sean eliminados, mediante quema o con máquinas picadoras, para que no constituyan un grave riesgo de incendio.

En 2005 planteé esta tema en la Junta Rectora del Parque Natural, y además pedí por carta al entonces Director-Conservador que se me diera información sobre las medidas tomadas por la Consejería de Medio Ambiente sobre los expedientes abiertos desde 1990 por casos similares a este, especialmente de las sanciones impuestas (si es que las hubo) y de su cumplimiento.

















Se me dijo que recibiría toda la información… y hasta hoy. Cero información, a pesar de que eso es lo que da sentido real a un órgano de participación como una Junta Rectora. En consecuencia, no sé si la ilegalidad cometida en las Herrerías recibió sanción, ni lo que ocurrió en otros casos anteriores.

No obstante, en el caso de que la sanción llegase a ejecutarse, es evidente que ha sido absolutamente inútil, porque en cualquier caso, los restos deben ser eliminados, bien por el adjudicatario de la corta, bien por la Administración a costa del primero. Sin embargo, los restos siguen ahí verano tras verano, amenazando convertirse en la yesca que acabe llevándose por delante una parte de los mejores bosques del Parque Natural.

La permanencia de esos restos, además, evidencia tres cosas:
-          que la Administración es a veces incapaz de hacer cumplir la legislación vigente, que es para lo que se supone que sirve.
-          que existe un agravio comparativo hacia quienes sí cumplen con las normas y eliminan los restos.
-          que se niega información a quienes la pedimos a sabiendas de que esa información es conflictiva.

















Los adjudicatarios de cortas forestales que eluden la eliminación de los restos se ahorran un buen dinero a costa de poner en peligro el bosque y de generar menos jornales. Es probable que, en algunos casos, incluso les resulte más barato pagar la multa que cumplir la ley. Suelen ser los mismos que se ponen a sí mismos como ejemplo de “sostenibilidad”.

Por ahora, la eliminación de restos parece encomendada en exclusiva a la microfauna descomponedora, que es tremendamente eficaz y además no cobra ni administra impuestos, pero que en algunos casos resulta algo lenta… Espero que la Administración tome el relevo con brío y justifique que ella es tan necesaria –o más- que las termitas y los gorgojos, de manera que, cuando comience el verano de 2011, el mayor Parque Natural de España no siga exhibiendo la vergüenza de seguir teniendo uno de los mayores focos “butaneros” de España.

Estaremos atentos.


jueves, 9 de septiembre de 2010

El jardín botánico de La Peña, echado a perder


























Dos de las fotos, hechas en junio de este año, muestran el estado de abandono de la Colección de Flora de La Peña el Olivar. Fotos: Javier Broncano 

La Colección de Flora Autóctona de La Peña del Olivar es un pequeño jardín botánico situado en el Área Recreativa del mismo nombre y propiedad de la Consejería de Medio Ambiente. Su estado es, desde hace algunos años, lamentable.

La vegetación crece sin control, algunos elementos de mobiliario están rotos o en mal estado y en algún punto hasta hay peligro de caída tras la erosión causada por las fuertes lluvias del invierno pasado. Las plantas que forman la colección no están bien mantenidas y los elementos informativos son pocos y difícilmente visibles. No hay elementos interpretativos que permitan conocer un poco nuestra flora y aprovechar la visita. Ni siquiera hay un horario claro de apertura. Todo ello a pesar de que el lugar, aunque pequeño, reúne mejores condiciones de suelo, clima, agua y sombra que el Jardín Botánico de Torre del Vinagre, que sí está cuidado y bien aprovechado.

Las posibilidades de la Colección de La Peña son grandes en los ámbitos del turismo y la educación ambiental, pero está casi echada a perder. Los amantes de la botánica de diversos lugares de España que se acercan a ella se asombran de la cantidad de especies que se pueden observar en poco espacio y de la excepcionalidad de algunas de ellas – como Euonimus latifolius- pero se llevan las manos a la cabeza cuando comprueban el abandono que sufre.

Está bien poner en marcha cosa nuevas, pero a veces es más eficaz poner en valor lo que se tiene, sobre todo cuando los recursos presupuestarios escasean.  El Parque Natural, y en particular la zona de Siles, saldrían muy beneficiados si la Colección de Flora Autóctona de La Peña del Olivar recibiese un mantenimiento profesional, se la dotase de elementos informativos de calidad, se la publicitase adecuadamente y se organizasen en ella actividades educativas para escolares, para la población de la comarca, para los visitantes e incluso para aficionados y especialistas botánicos. Dejaría de ser un lugar deprimente y se convertiría en un recurso de calidad de los que la Sierra de Segura anda tan escasa.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Aldeas sin nombre, personas invisibles

















Una de las muchas aldeas de la Sierra de Segura que carecen de la indicación de su nombre - Foto: Javier Broncano

Docenas de aldeas de la Sierra de Segura no tienen indicación alguna de su nombre. Algunas, carecen incluso de señal que informe de su acceso por carretera. Para quien no las conozca, son totalmente anónimas.

Esto supone inconvenientes prácticos para sus habitantes, sean permanentes o temporales. Es frecuente que el cartero o el equipo de urgencias médicas, si no llevan tiempo en la comarca, tengan dificultades para encontrar algunos lugares. Lo mismo ocurre con cualquier servicio de entrega a domicilio o incluso con los amigos que quieren visitar a un vecino, por no hablar del turista que busca una casa rural o, simplemente, quiere saber dónde está.

Pero además, el anonimato de tantas de nuestras aldeas causa otro tipo de daños menos tangibles. ¿Hace falta recordar que el nombre de un lugar habitado es la piedra angular en la que se apoya la memoria y el sentido de pertenencia de sus habitantes? El nombre de una aldea evoca historias, paisajes, personas. El nombre de una aldea es una herencia sagrada del pasado, pero también una puerta al futuro que siempre debe estar abierta. El nombre de una aldea es el otro nombre de cada uno de sus habitantes y de sus hijos.

Cuando se habla de las aldeas, son frecuentes los lamentos retóricos por un pasado perdido y supuestamente bucólico al que, en realidad, nadie queremos volver. Es cierto que los cambios de las últimas décadas han pasado como un ciclón por las aldeas y que es fácil, al verlas, dejarse invadir por la melancolía. Pero la vida es impermanencia y es de sabios aceptarlo. Tan impermanente es todo que, en los últimos veinte años, en las aldeas se han reconstruido muchas casas que se habían venido abajo. Así que reivindicar la dignidad de las aldeas no es una cuestión de folclore.

Sí, la vida da muchas vueltas. Por eso, a una aldea no le debe faltar el agua, la electricidad, la carretera asfaltada, la cobertura de móvil, el acceso a internet... ni el nombre. Porque sin el nombre, parece que todo lo demás está condenado a durar un suspiro de la historia.

Linarejos, Valdemarín, Poyotello, Arroyo Frío, El Pelón, La Espinarea... 

Por cierto, la foto muestra la entrada de una de las muchas aldeas anónimas de la Sierra de Segura. ¿Sabes su nombre?