De la mano de voluntarios de Segura Solidaria, he visto las condiciones en que malviven muchos emigrantes estos días. He visto decenas de ellos hacinados bajo el puente del Guadalimar en La Puerta de Segura, preparándose para una noche glaciar que la humedad del río haría aún más insufrible. También he visto actitudes muy distintas ante ellos. Por ejemplo, la de quien les trataba con desprecio descarado. Era un individuo respetable que seguramente no se considera a sí mismo un racista, y debe ser verdad: hay gente que trata así a todo el que considera un pobre diablo, un muerto de hambre, un pelanas, un incordio. Le da igual la raza, en eso no discrimina. Pero también he visto a una mujer que les regalaba una cacerola para cocinar, la más grande que tenía en su casa. Hay de todo, incluso quien les ha abierto una estancia de su propia casa.
Por lo visto, hay también quienes están molestos con la actividad humanitaria de Segura Solidaria, porque consideran que las “comodidades” que dan a los inmigrantes –mantas, ropa, algo de comida y, cuando se puede, un techo- constituyen un “efecto llamada” para que se queden por aquí. Yo creo, sin embargo, que la acción de estos voluntarios demuestra dos cosas: primero, que los dispositivos oficiales de acogida no son suficientes o están mal planteados; y segundo, que, por fortuna, aún hay personas que no van exclusivamente a lo suyo. No es a ellos a quienes hay que poner pegas.
En cuanto a lo del efecto llamada… en fin, ante las personas que leen este blog no es necesario rebatir semejante tontería. Además, si lo hiciese, correría el riesgo de acabar dando un sermón, y no hay cosa que más deteste. Y menos en estas "entrañables fechas navideñas", que es cuando más proliferan.