Lo mejor de las reglas son las excepciones, por eso en esta Sierra te deja pasmado encontrarte un islote poblado en exclusiva por robles melojos (Quercus pyrenaica) en medio del más vasto océano de pinos de la península ibérica. Esa rara ínsula se llama la Torca de los Melojos y está en las estribaciones del Calar del Mundo, en nuestro vecino Parque Natural Calares del Mundo y de la Sima. Es una hoya amplia y largamente ovalada, a 1400 metros de altitud, en cuya periferia crece un asombroso melojar, muchos de cuyos añosos ejemplares desprenden esa magia tan propia de la tribu de los robles.
A
esa misma nación arbórea pertenecen, entre otros, el quejigo (Quercus faginea) – nuestro robre - y el magnífico roble albar (Quercus robur) de
las tierras de clima atlántico. Con este último comparte el melojo el bello perfil
lobulado de sus hojas, aunque justo es reconocer que el porte, la frondosidad y
el aire majestuoso del pariente norteño son inalcanzables para casi cualquier
otra especie ibérica.
A
principios de mayo el melojar aún conserva su aspecto invernal, porque el
melojo es el último de nuestros árboles que se viste de verde, como si quisiera
recordar las costumbres de su estirpe norteña. Estará pletórico dentro de mes y
medio, y en otoño lucirá tonos ocres y amarillos, pero es ahora, transparente,
cuando muestra la esencia de su carácter.
Un
botánico que conociese tan solo las condiciones generales de suelo y clima de nuestras
Sierras descartaría la presencia en ella del melojo, árbol que necesita terreno
ácido y bastante humedad. Pero nos explican los expertos que, si acercamos una
lupa al mapa de la comarca, vemos que esa situación se da en zonas muy
concretas, como la Torca de los Melojos y los valles del Tus y de Río Madera, donde
un suelo profundo y rico en materia orgánica coincide con afloramientos de
arenas silíceas.
El
melojo debió ser más abundante en nuestras Sierras, como se cita en escritos de
épocas pasadas. En la actualidad, sin embargo, casi todos los melojos que quedan -que son pocos-
se encuentran bajo el dosel del pinar, que ha desplazado artificialmente al
melojar. Este suele formar pequeños rodales de estructura inmadura, pero
también hay ejemplares sueltos de más de 600 años, de gran porte, testigos
irrefutables de un pasado más glorioso. La excepción es la Torca, porque el
melojar que en ella se cobija es prácticamente puro y está formado por ejemplares maduros. Un lujo.
Fotos: Javier Broncano Casares
Un texto muy didáctico y unas fotos preciosas, Javier. Me ha encantado toparme con esta entrada, pues este melojar es uno de mis enclaves favoritos de las sierras. Lo descubrí hace varios años por casualidad; estaba un otoño en el Puntal de la Rayuela y, mirando hacia el Calar del Mundo, me entristecí pues pensé que había ocurrido un incendio en el calar. Nada que ver; los melojos estaban con su librea otoñal. Busqué ese bosque y desde entonces me gusta realizar un circuito muy agradable: subo a la fuente de las Raigás, sigo hacia la Torca del Melojar, camino por esos puntales que hay por encima de Arroyo Frío y Cotillas, y bajo a Siles por la laguna.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por compartir esas emociones.
Gracias, Antonio. Yo también tenía ganas de ir, porque hacía mucho tiempo que me habían hablado de él y lo veía de lejos. Buen rutón te haces, sí señor. Yo, la verdad es que soy más paseante...
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