Ovejas, señales de senderos, pastos verdes, encinares y, sobre todo, agua. Ambas fotos están hechas este mes de junio en la Laguna de Siles, que se mantiene húmeda durante más tiempo de lo habitual. En esta gloriosa primavera de 2011, "los ovejos", los insectos, los caminantes, los chaparros y las ranas, que con poca cosa somos felices, estamos más que contentos.
Fotos: Javier Broncano
"El olor de la retama endulza los atardeceres de junio, ya descaradamente cálidos. Arriba, los altos pastizales, punteados de florecillas blancas y malvas, están más jugosos que nunca, como bien aprecian los rebaños trashumantes de oveja segureña, que por estas fechas están de vuelta de los ya agostados pastos de Sierra Morena. La hierba de San Juan, conocida en la Sierra como pericón, abre sus flores amarillas en torno a esa noche mágica a la que alude su nombre, contrastando la pobreza de los suelos en los que suele crecer con la riqueza de sus propiedades medicinales. Y siguen floreciendo las madreselvas, de cuyo aroma conviene disfrutar, por así decirlo, a "sorbitos", para no embotarnos.
El mundo de los insectos está ya en su apogeo: aparecen en masa los saltamontes y las arañas, oímos por todas partes a los grillos y la vista se nos queda prendida del vuelo silencioso y multicolor de tantas mariposas. En las aguas, los pequeños renacuajos se metamorfosean en auténticos sapos y ranas, mientras la hembra del escaso galápago europeo pone sus huevos alargados en un agujero que ha abierto en el suelo de la ribera, después de ablandarlo con un líquido que segrega para tal fin. Los alevines de trucha, muy territoriales, ya compiten por ocupar los sitios más propicios, donde las presas más abundan y la corriente menos molesta. Por encima, se produce también la metamorfosis de dos grupos de insectos cuyo vuelo y colorido nos dejan absortos: las libélulas y los caballitos del diablo".
Del libro "La Sierra de Segura. El Sur Verde"
Javier Broncano y Joaquín Gómez
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