De entre los muchos aromas que trae la primavera a la Sierra de Segura hay uno especialmente profundo y sugerente. No proviene de flor alguna ni lo aventa la brisa al rozar los herbazales recién estrenados. No está junto a los arroyos, ahora crecidos y oliendo a juncales renovados. Ni en los pinares, donde el aire ya se perfuma con el bálsamo de resina en los días más calurosos. Está en nuestras propias casas. Es el aroma a leña de olivo recién cortada y arrimerada que inunda las cocheras, las naves y los almacenes de la Sierra de Segura. Es un olor austero, como el árbol del que proviene, y denso, como la madera que lo exhala.
Ver y oler la leña ya almacenada te recuerda la generosidad del olivo y la suerte de vivir en tierra de olivares. Hay pocos árboles tan amigos de la luz como el olivo. La necesita imperiosamente para acrecentar su fruto y agradece a los seres humanos que lo descarguen de su apretado ramaje para que la luminosidad bañe todos sus recovecos. Por eso cada año, después de la cosecha de aceituna, el olivar nos hace su segundo regalo en forma de leña. Una maravillosa y antigua aportación a la sostenibilidad de su cultivo, a lo que, desde hace algunos años, se une el uso del orujillo –hueso de aceituna machacado que resulta del proceso de obtención del aceite- como biomasa para la generación de energía térmica en estufas y calderas.
El olor de la leña ya guardada te evoca la alianza de las fuerzas de la luz, del agua y de la tierra para generar la vida; te recuerda los esfuerzos, los afanes y las esperanzas del amigo o el vecino que cultivó sus olivos, los podó y te despachó su leña, dejándote siempre con la sensación de que le debes algo más de lo que le has pagado; y vincula un poco más tu vida a los ciclos de la naturaleza, porque los efluvios de la leña nueva de primavera anticipan ya el aroma del humo cuando ardan en tu chimenea el próximo invierno, esa estación cuyo mejor calendario es el pausado descenso de la rimera de leña en tu almacén.
Foto: Javier Broncano Casares
Magnífico texto Javier, lleno de sensibilidad y de buenas sensaciones, las que te proporciona la naturaleza.
ResponderEliminarGracias, José Antonio, los dos pertenecemos a la tribu de los que la naturaleza nos da la vida.
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