Vega de Santiago de la Espada
Foto: Javier Broncano
Foto: Javier Broncano
"Octubre es mes de celo para muflones y gamos. Los machos de esta especie emiten la ronca, un bramido grave y profundo que sirve para retar a sus competidores, con quienes miden su fuerza entrechocando sus palas y propinándose vigorosos empujones. También en el entorno de las aguas limpias hay celo: las nutrias, aunque rebeldes a dejarse encasillar en calendarios, prefieren esta época para disfrutar de sus amoríos de forma tan lúdica como otros aspectos de su vida, jugando a perseguirse y mordisquearse dentro y fuera del agua, entre gritos y revolcones.
El mundo de las aves, más bien silencioso durante los últimos meses, se anima con cantos nuevos. Los árboles y tejados de nuestros pueblos acogen a grandes bandadas de estorninos, cuyo variado repertorio de silbidos nos acompañará durante todo el invierno. De entre las muchas aves que llegan en octubre, hay dos inconfundibles y fácilmente visibles por su abundancia. Ambas reciben en la zona nombres que no pueden ser más expresivos. Una es el jilguero, llamado aquí colorín por su plumaje pardo, blanco, negro, rojo y amarillo. La otra es la lavandera blanca, conocida popularmente como pajarita de las nieves por su aspecto grácil, los tonos de sus plumas y por ser huésped invernal. En realidad, ambas especies son sedentarias en la comarca, pero su número crece mucho con la llegada de sus congéneres del centro y norte de Europa.
Pero esta es también la época en que se cierra el paréntesis de paz que el hombre ha concedido a los animales durante los últimos meses. Se abre la veda. Retumba de nuevo la pesadilla de la muerte."
Del libro "La Sierra de Segura. El Sur Verde"
Javier Broncano y Joaquín Gómez
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