Ahora mismo, el agua acaba de llegar a la Sierra. Es como si, recién entrado el otoño, no quisiera hacerse de rogar ni un día más. Y abrimos puertas y ventanas para oírla en silencio, para oler los aromas que la tierra ya no quería seguir guardando y que sólo la lluvia sabe aventar.
En este instante, un mismo latido de bienestar primario y de esperanza está uniendo las huras, los secretos dormideros, las íntimas madrigueras, los humildes encames y las altaneras moradas de los humanos. Porque este agua es la firma que la naturaleza estampa en la tierra para que no dudemos de que sus promesas se van a cumplir.
El agua ha vuelto. Ya estamos todos.
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