¿Qué relación tienen estas dos imágenes entre sí? La primera
muestra un estante de la sección de aceites de un establecimiento londinense de
Sainsbury's, cadena británica de grandes superficies. La segunda corresponde a
las obras de la presa de Siles. Ambas fotos están hechas en octubre.
La imagen de arriba muestra unas botellas de aceite de oliva
virgen extra de diversos países. Aunque no se ven todos, se ofrecían a los
clientes aceites provenientes de Portugal, Grecia, Turquía, Israel e Italia, y
en este último caso había incluso aceites de distintas regiones. No se vendían marcas,
sino orígenes geográficos. Digamos que lo que destacaban las etiquetas era la
marca-país de cada aceite. Y España no estaba. La marca España no parece muy relevante
para vender aceite. No porque lo muestre la foto, que podría ser anecdótica,
sino porque lo saben y lo dicen los expertos del sector. La foto sólo corrobora lo ya sabido: que España no tienen ni de lejos la cuota de mercado que corresponde a la cantidad y calidad de su aceite de oliva.
Ante esa situación, ¿qué hace Jaén, que produce nada menos
que el 20% del aceite mundial, y de una gran calidad? Regar. No sólo, claro. Pero lo primero, regar, y luego ya veremos.
Regar y regar para acrecentar la fuerza del tsunami de aceite malvendido con el
que inunda cada año los mercados. Burro grande, ande o no ande. No importa que
para regar haya que sobreexplotar los acuíferos de la Loma de Úbeda. Ni que se
destroce el valle de El Maguillo, en nuestro Parque Natural, hasta que la Unión Europea se ha visto obligada a poner orden. Tampoco importa que la presa de Siles, con cuyas aguas se quieren regar al menos otras nuevas 4.500 hectáreas
de olivar, arrase otro valle, cause fuerte erosión, le dé la puntilla al curso
alto del río Guadalimar y acabe con una importante población de una especie de
fauna protegida, el topillo de Cabrera, aparte de ser un pozo sin fondo presupuestario, al que han caído 10,5 millones de euros extra solo para estabilizar corrimientos de ladera no previstos en el proyecto. Todo sea por regar. Todo vale por una
visión de la agricultura que corresponde ya a otro siglo: la de regadío a toda costa. Ante ese ansia
ilimitada de agua, el eterno discurso de priorizar la calidad y la
comercialización sobre la cantidad es música celestial.
Inmaculada Herrador, Directora Plan Estratégico Jaén, decía hace unos días en El País: “El sector oleícola ha dado grandes pasos en los
últimos años, sobre todo en la mejora de la calidad del producto. Pero aún
tiene debilidades que debe superar para ser líder mundial en su
comercialización como son la atomización de la oferta, la débil cultura
empresarial, la existencia de explotaciones de bajo rendimiento o de pequeña
dimensión —que dificultan las economías de escala— o la reducida
profesionalización del sector”.
Sí, los problemas del olivar están bien diagnosticados hace
largo tiempo, pero al final rara es la cooperativa o almazara privada que, si
puede, no apueste por el riego, y más raro aún el político que no busque el
voto fácil apoyándoles con entusiasmo. Y mientras, seguimos siendo la provincia
con más aceite y con más paro de España.
La buena noticia es que también hay quienes saben producir
calidad, vender bien y al mismo tiempo respetar los recursos naturales. Andalucía -y Jaén, cómo no-
tiene gente que innova y arriesga. En la
estantería de debajo estaba este otro aceite, que se anuncia ante todo como
ecológico, y además, como andaluz y español. A 25 euros el litro. ¡Qué arte para hacer aceite y qué arte para venderlo!
Fotos: Javier Broncano Casares
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