De la primavera siempre se espera mucho. Que empuje las savias, que perfume los campos, que temple las brisas, que pueble los nidos. Y ella, que se sabe tan deseada, por nada del mundo quiere defraudar. Este año sabía que lo que todas las criaturas estábamos deseando era lo que un invierno indolente ha dejado de traernos: el agua, la nieve y hasta el frío.
Por eso, esta vez, ha llegado vestida de blanco. Para satisfacer las cuentas pendientes. Para poner las cosas en su sitio. Para hacer que los suelos puedan cumplir su sueño de ser los cimientos del edificio de la vida que cada año por estas fechas se renueva.
Gracias, primavera blanca, porque has sabido despojarte de todo aquello de lo que merecidamente presumes para darnos lo que de verdad necesitamos. Es tu manera de seguir siendo fiel a ti misma, es decir, de ser la más creadora y la más creativa de las estaciones del año.
Foto: aldea de La Hueta - Javier Broncano
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