Cueva del Agua de Tíscar 14.01.10
Foto: Javier Broncano
Así estaba el jueves la Cueva del Agua del Santuario de Tíscar. El lugar impresionaba. El sonido del agua era tremendo. Fuera, la lluvia batía el paisaje en espesas cortinas impulsadas lateralmente por el viento. El ambiente lóbrego acentuaba la sensación de absoluta soledad, pero resultaba gozoso encontrarse inmerso en la increíble energía que emana del lugar, con su espectacular comunión entre roca y agua.
No es de extrañar que se le haya dado un sentido sagrado a un enclave así. Hay “silencios sonoros”, pero también hay sonidos tan sobrecogedores que impulsan a paladear el silencio. Lo decía Juan Peña “el Lebrijano”:
“Unos le rezan a Dios,
otros le rezan a Alá
y otros se quedan callaos,
y otros se quedan callaos,
que es su forma de rezar”.
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