La noticia de que la Comisión Europea
ha abierto expediente sancionador contra España por la extracción de agua subterránea para riego de olivares, como consecuencia de la denuncia de la
Plataforma Valles Verdes y
Ecologistas en Acción, merece una reflexión para situarla en su contexto. El conflicto de El Maguillo (Beas de Segura) tiene dos historias, la pequeña y la grande. La pequeña, la de los intereses económicos y políticos, es bastante aburrida y probablemente sórdida. No merece la pena entretenerse con ella. La otra, la grande, tiene que ver con la ubicación de este conflicto en uno de mucha mayor escala: el de los usos del agua en España y el papel que nuestros gobernantes -de ahora y de antes- asignan a este decisivo recurso en el desarrollo de la agricultura.
Poca gente lo sabe, pero el estado español lleva muchos años incumpliendo las obligaciones en materia de aguas que comprometen a todos los estados de la Unión Europea. Una de esas obligaciones es la de presentar los planes hidrológicos de cuencas. España ha incumplido todos los plazos para hacerlo. Ecologistas en Acción, que lleva muchos años luchando por una gestión realmente sostenible del agua y enfrentándose a todo tipo de intereses egoístas, presentó una queja que fue admitida por la Comisión Europea en mayo de 2010. La Comisión hizo un requerimiento a España instando a cumplir la legislación de la UE en materia de aguas y a presentar sus planes hidrológicos de cuenca, que son esenciales para alcanzar el objetivo de un buen estado de las aguas europeas para 2015. Los planes se tenían que haber adoptado el 22 de diciembre de 2009 a más tardar y su retraso podría impedir conseguir la calidad necesaria del agua. Bruselas dio un nuevo plazo y España, en su línea, incumplió de nuevo. Ante el “sostenella y no enmendalla” de España, Bruselas se vio en la obligación de elevar el caso al Tribunal Europeo de Justicia. Y ahí estamos. Si hubiera una condena, España tendría que pagar una multa de muchos millones de euros y además se verían comprometidas grandes infraestructuras con fondos europeos, como ha señalado con preocupación el ministro Arias Cañete.
¿Por qué España es incapaz de elaborar y publicar sus planes de cuenca? Entre otras razones, porque este gobierno y los anteriores ceden una y otra vez a las insaciables exigencias de regadío de determinados sectores, por lo que no es posible asegurar el caudal ecológico de los ríos. Esta postración de los sucesivos gobiernos ante ciertos intereses agrarios –y también turísticos- supone un desdén hacia las esenciales funciones ambientales del agua.
¿Qué tiene que ver todo esto con el conflicto que nos atañe? Pues que, con España sentada en el banquillo de los acusados del Tribunal Europeo como presunto delincuente en materia de gestión del agua, no parece que Bruselas esté muy por la labor de mirar para otro lado en el caso de El Maguillo porque, precisamente, este problema no habría llegado a surgir si España hubiese hecho sus deberes. De ser así, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir dispondría de un plan hidrológico adecuado para el cumplimiento de los objetivos de calidad de las aguas comprometidos para 2015. Si la cuenca del Guadalquivir dispusiera de la planificación sensata a la que está obligada, el proyecto de El Maguillo no hubiera prosperado más allá de un par de charlas de café, porque no hacía falta ser hidrogeólogo para anticipar el impacto que iba a causar: lo veíamos hasta los más zopencos. Así que ahora es probable que en Bruselas piensen que lo que mal empieza, mal acaba, y que este caso no es más que una consecuencia de la actitud recalcitrante del estado español.
Ser europeos supone asumir algunos compromisos, como el de la calidad de las aguas, es decir, algo más que recibir subvenciones para construir autovías por las que casi nadie circula, líneas de AVE para trenes semivacíos y aeropuertos sin aviones. O sea, infraestructuras que en buena parte nacieron muertas ya antes de la crisis, y que implicaban despilfarros de los que ya avisó el movimiento ecologista obteniendo por respuesta la habitual letanía de que somos “opuestos al progreso”. No. El progreso, el bueno, el que dura, el de la equidad y la sostenibilidad, es otra cosa. Progreso no es que las fuentes y manatiales de El Maguillo, en un Parque Natural del que tanto presumen Jaén y Andalucía, ya solo manen cuando se avería la bomba de extracción de agua de la comunidad de regantes..
Para informarte mejor sobre los expedientes que la UE tiene abiertos contra España en materia de aguas, no dejes de leer este breve artículo en Hispagua