Paca Blanco, de Ecologistas en Acción - Foto: El País
Macrocomplejo Marina Isla de Valdecañas en El Gordo, Cáceres, declarado ilegal por el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura - Foto: El País
¿Crees que vives en un país donde puede vivir tranquilo un ciudadano que confía en el estado de derecho y que lucha pacíficamente con la ley de su parte? ¿Crees que vives en un país donde merece la pena creer que las sentencias de los tribunales se van a cumplir? El caso de Paca Blanco invita a repensarlo.
Paca Blanco es una vecina del pueblo cacereño de El Gordo, donde se está construyendo una macrourbanización turística gravemente impactante. Paca Blanco, que pertenece a Ecologistas en Acción y cree en el estado de derecho, acudió a los tribunales, y los tribunales han sentenciado que tiene toda la razón y que lo que procede es demoler las obras.
Lo que debería estar ocurriendo ahora mismo es que las máquinas tendrían que estar trabajando para devolver la zona -en lo posible- a su estado anterior a las obras ilegales, y que Paca Blanco debería ser considerada como una ciudadana ejemplar que dedica gran parte de su tiempo a trabajar para que en este país se cumplan las leyes que protegen el medio ambiente. Lo que está ocurriendo en realidad es todo lo contrario. Se están doblando turnos para acelerar el fin de las obras y
Paca Blanco sufre agresiones y amenazas, hasta el punto de que ha puesto su casa en venta.
Pero hay algo peor que todo eso: el gobierno extremeño, con el apoyo unánime del parlamento regional,
ha respondido modificando la ley del suelo para permitir urbanizaciones en lugares donde lo prohíbe la legislación nacional y europea. Los argumentos son los consabidos: la creación de empleo, el progreso del mundo rural y demás.
La mayoría del pueblo, por supuesto, está a favor de la urbanización y en contra de Paca Blanco. Pero no hay nada que reprocharle. Es una reacción totalmente comprensible en las actuales circunstancias. El problema está en los políticos que han puesto el caramelo del empleo ante los ojos de la gente. Ellos saben perfectamente que no se puede construir en un suelo no edificable enclavado en terrenos protegidos por la Red Natura 2000. Pero también saben que, en la práctica, pueden avanzar como caballo de Atila en un terreno abonado por un sistema que no obliga a cumplir las sentencias y por una opinión pública local que casi siempre votará a favor del ladrillo y del asfalto sin límites ni condiciones. Es lo que está ocurriendo también en Madrid con la autovía M-501. Prepotencia, hechos consumados, y a ver quién viene después a tirar las obras.
Hay políticos que no han aprendido nada de lo que ha significado la crisis del ladrillo en este país, ni lo harán si no le ven las orejas al lobo cuando llegan las elecciones. Lo de la sostenibilidad queda para adornar los discursos y los prólogos que les escriben otros. Cuando hablan con la gente, con "su" gente, el mensaje que transmiten es muy otro, a saber: que las personas como Paca Blanco se oponen al progreso, que les da igual que haya paro, que sólo ven el mundo rural como una romántica estampa congelada en el pasado para que nada turbe sus tranquilos paseos por el campo. En definitiva que son -somos- unos insolidarios y unas moscas cojoneras que quisiéramos que los habitantes del mundo rural volviesen al molino de piedra y al candil de aceite. Así de crudamente se despachan demasiados dirigentes políticos, y bien saben que tienen audiencia.
Pero también hay gente incombustible que no se queda quieta porque cree de verdad en el estado de derecho. Aux armes, citoyens! Nuestras armas son la palabra, la ley, el sentido común y el amor a un país que puede salir adelante sin cargarse el mejor patrimonio natural que hay en Europa.